«El horizonte está en los ojos y no en la realidad», escribió Ángel Ganivet y ya se sabe, así al menos lo reflejó el poeta, que en los ojos está el espíritu, el alma y el cuerpo. Por ello, siendo fieles a este último principio y sin perder de vista nuestro horizonte pero tampoco la realidad que nos rodea, les aseguro que los castellano-manchegos están poniendo todo su empeño, que es lo mismo que decir todo su espíritu, todo su cuerpo y toda su alma para ofrecerles una mirada, una nueva mirada, de esta tierra que es apasionante y está apasionada.
‘Pensar La Mancha’, un hermoso título para esta antología de textos que nos ofrece su autor, Santiago Arroyo Serrano, también refleja ese devenir de esta tierra y de sus gentes. Como escribiera el poeta, «manchegos somos; Sanchos en la esperanza, Quijotes en el valor, el trabajo la lanza y nuestra fuerza la unión. La Mancha es una cuna, su niño el labrador, es su madre la tierra y su cascabel el sol». Llanuras, torres, espigas y viñedos nos descubren también a La Mancha.
Hoy, sin embargo, deben saber que la realidad de Castilla-La Mancha es muy distinta. Deben comprender que, definitivamente, hemos dejado atrás la resignación y la desconfianza paralizante, la mezquindad del ventero -el verdadero contrapunto de El Quijote- que no se atreve a soñar ni a intentar las aventuras. También el pesimismo. Ahora, los castellano-manchegos, no tenemos miedo de despegar, no tenemos pánico a volar. Y ahora, todos, evocando esos versos de León Felipe, vemos por la manchega llanura la figura de Don Quijote pasar y le pedimos un sitio en su montura para conducirnos a su lugar.
La Mancha es paisaje donde lo sencillo -sus gentes, sus pueblos, su paisaje, la mujer manchega o el hombre de Montiel que se suceden enlas siguientes páginas-, queda engrandecido en la mirada del poeta. No faltan en la esencia de La Mancha referencias literarias de extraordinarios escritores como los que se recogen en este libro. Azorín o Eladio Cabañero, por ejemplo.
«¿No es éste el medio» -escribió Azorín refiriéndose a la anchura manchega- «en que han nacido y se han desarrollado las grandes voluntades, fuertes, poderosas, tremendas, pero solitarias, anárquicas, de aventureros, navegantes, conquistadores?». Eladio Cabañero aludió a la llanura manchega como «ese gran obrador de simultáneas anchuras», una tierra de alta luz y ocho puntos cardinales. Los que marcan las aspas de los molinos como una mágica rosa de los vientos.
En el paisaje manchego el molino de viento siempre ha encendido la imaginación de los poetas evocando los gigantes cervantinos para asegurarnos que la realidad es pura fantasía. Juan José García Carbonell escribió: «Molino de viento, viento de molino, todo es oro fino en el pensamiento».
Éste es un libro para leer y recordar a grandes autores como los citados a los que se suman otros de la talla de Antonio Machado, FranciscoGarcía Pavón, Gregorio Planchuelo o Dionisio Cañas, pero también es un libro de andar y ver. Es un libro del paisaje y de las gentes de LaMancha. Un libro que recoge textos que, en común, ponen su ojo en esta tierra y en nuestros paisanos. Un libro para ver, sentir y recordar.
Al comienzo de su obra ‘Hojas de hierba’, el poeta norteamericano Walt Whitman nos advierte: «En tus manos no descansan unas hojas, sino que tiembla un hombre». Pues bien, yo os aviso de que lo que acabáis de hacer, al abrir estas páginas de ‘Pensar La Mancha’, no es destapar un libro, sino abrir una puerta. Esa puerta que apenas has abierto te conduce a una maravillosa tierra con un gran pasado, que vive el presente con el deseo de mejorar el futuro; una tierra que en todas sus acciones ‘pone el corazón’; una tierra que, si no conoces, seguro que te atrapará para siempre.
José María Barreda Fontes
Presidente de Castilla-La Mancha