Félix Grande Lara siempre fue un extremeño de Tomelloso. Su familia se trasladó al final de la Guerra Civil a la Atenas de La Mancha y en la tierra del Quijote será donde germinen sus intereses literarios y culturales. Tras desempeñar, diversos trabajos en el campo, se trasladó en 1957 a Madrid, donde ya se enfrentaría a menesteres literarios a partir del año 1961 como redactor de Cuadernos Hispanoamericanos. Pasó a desempeñar el cargo de director de esta revista desde 1983 hasta 1996, cuando fue cesado con motivo del cambio de Gobierno de España.
Conocí a Félix Grande en el año 2000 en Albacete, y sentí la profundidad de su mirada y los ecos de su soledad existencial, la calma de sus movimientos y sus palabras, medidas con una ternura instintiva, como si quisiera expresarse sin palabras.
Su primera publicación poética es Las piedras donde el tema de la soledad cobra protagonismo. Posteriormente, escribe Música amenazada en la que encontramos que esa angustia existencial y esa soledad que ya había mencionado en su anterior obra, aquí comienza a dominar sus facultades expresivas.
Grande es un importante exponente de la innovación en la poesía española de la década de los 60. Ha recibido numerosos premios importantes de poesía, narrativa y ensayo. Su obra está por estudiar y ocupar su lugar en la historia de la literatura española. Aquí nos fijamos en él como impulsor de una filosofía, la del flamenco como expresión del pensamiento.
Ampliando su obra creativa, supo encontrar en el flamenco un mensaje, para la cura de su alma y sus conflictos vitales, que se reflejan en toda su obra literaria. Destacado flamencólogo, sin duda uno de los más sensibles y sutiles. Como ensayista experto, escribió Memoria del flamenco donde analiza y valora este gran arte español y que sin duda fue una obra fundamental para situar al flamenco como patrimonio mundial de la humanidad.
Félix Grande, desde niño, encontró en el flamenco no sólo una forma de expresión vital, sino un mensaje para sobrellevar la angustia existencial, como recordaba con una frase de Enrique Morente: “el flamenco nos salva”, a quien a su vez calificó Grande como “uno de los momentos más sinceros y creativos de la Historia del flamenco. Su aventura es insustituible”. Grande, el hombre de carne y hueso mantuvo un diálogo cercano con las grandes figuras del flamenco durante toda su vida. Y en ese desgarro de palabras y música consiguió encontrar la respuesta para dar sentido a su vida. Desde que leyó a Machado en la biblioteca municipal de Tomelloso, la palabra será un arma para “aglutinar todos los elementos de la expresión poética y de la experiencia vital hasta transformarlos en un organismo dinámico”, y aquí el flamenco adquiere una significación fundamental en toda su obra, que es su vida. Se refiere a lo poético como “cosa del corazón” o “una forma cordial del conocimiento”, y como bien observó José Olivio Jiménez: encontrar los regalos de la vida en “los espíritus que nos dan luz y verdad”
Investigó con la ciencia del amor, el flamenco, que como el poeta granadino Federico García Lorca expresara, encarna “el espíritu oculto de la dolorida España” y fue uno de los que han puesto este arte (y filosofía) donde está hoy, para representar el genio español. La poesía y el flamenco, llenos de compromiso, de consuelo, son lo mismo.
La entonación de sus palabras, silencios cargados de significación que supo llenar de sentimientos, así como valorar el patrimonio creativo y social flamenco como un arte elevado y emocionante. Encontramos en su obra, la serenidad de la vida de Tomelloso, la filosofía de naturaleza y a pesar del dolor que ya encontró en la mirada materna tras la guerra, la tolerancia y reconciliación permanente como una firme ética personal. Tuvo como “jefes” en Cuadernos Hispanoamericanos a Luis Rosales, gran poeta y el historiador y ensayista José Antonio Maravall. Eladio Cabañero, fue su guía literario.
Grande impulsa la palabra sincera y verdadera como concepto salvador, influido por Miguel Hernández, Antonio Machado, Eladio Cabañero o César Vallejo, poetas comprometidos, muy arraigados. Así, la lengua, para Grande expresa lo real, y con las cuerdas de la guitarra ese mensaje retumbará en lo más hondo de nuestro ser. Por lo tanto, el flamenco como vía para su expresión máxima, tradición actual más elevada de la cultura española, entre mística y poética, una gran filosofía hispana para expresar los desgarros y curar las aflicciones del alma. Una forma de vida para Grande, que creyó que la música es el mejor “alivio para las heridas”, una droga para la salvación. Su voz se apagó algunos días antes que la de Paco de Lucía, seguramente uno de los mejores guitarristas de la historia y con quien compartiría procesos creativos y vivenciales. Parece que cuando conoció al guitarrista de Algeciras, dejaría definitivamente la guitarra por la literatura para compartir sus dones. Juntos también trascendieron como genios de la música y la palabra.Francisco García Pavón le dijo a Grande una frase que nunca olvidaría, que cuando fuera escritor “moviera elcorazón de la gente”. Podemos decir que lo consiguió siempre, pero por si acaso y como su humildad era mucha, recurrió al flamenco que movería los corazones más allá de lo humano. En el mensaje de su pensamiento percibimos amor, dolor, sabiduría, sencillez o profundidad, entre otros muchos valores que se expresan a lo largo de la filosofía del flamenco, donde encontró la más auténtica expresión de humanidad, de amor a la vida y respeto por los otros.